Parte II

 

EL PROCESO DE ELABORACION Y REDACCION

 

J'ai donné là, tout ce que je pouvais donner...

ce que j'ai fait alors, je ne le referais pas.

Camille Saint-Saëns

(al terminar su tercera sinfonía)

 

Capítulo 5

 

EL PROCESO EN PERSPECTIVA

    Esta segunda parte de nuestro libro tiene por objeto proporcionar al lector una guía concreta y operativa para la elaboración y redacción de trabajos científicos. Iremos exponiendo, sucesivamente, el conjunto de actividades y problemas que se van presentando a quienes enfrentan dicha tarea, para que así los lectores reciban la orientación adecuada y se sitúen en mejores condiciones para alcanzar sus fines.

    A lo largo de los siguientes capítulos nos ocuparemos del proceso a través del cual las ideas iniciales sobre un tema van perfilándose hasta permitir el desarrollo de una investigación que, luego, podrá plasmarse como un escrito científico. Si bien nuestra exposición se ocupará de tales trabajos en general, sin distinción de género, resulta oportuno advertir que la misma enfocará preferentemente un tipo en particular: las tesis. Ello porque las tesis son disertaciones de cierta envergadura, exigentes en su forma y contenido, y de ese modo lo que resulta aplicable a las mismas lo es también, por supuesto, a trabajos de por sí menos ambiciosos. Por otra parte, y aunque resulte de algún modo paradójico, son precisamente personas poco versadas en la investigación y generalmente sin gran experiencia en la redacción las que tienen que encarar la difícil tarea de realizar una tesis. De allí que a los estudiantes de pre y post-grado les resulte tan arduo llegar a la conclusión feliz de sus esfuerzos, y que se presenten amplias y frustrantes dilaciones, cuando no el abandono completo de la meta buscada. Por tales razones nos preocuparemos especialmente de la elaboración de ese género de trabajos científicos. Quien posea mayor dominio sobre las materias tratadas o procure realizar escritos menos extensos o rigurosos podrá extraer de las páginas siguientes -por supuesto- sólo las recomendaciones y sugerencias que resulten apropiadas para los objetivos que se haya trazado.

    En el presente capítulo trataremos de enfocar globalmente el proceso que nos ocupa, dando la perspectiva general que es necesaria para acometer el estudio de los problemas más concretos que serán abordados en las siguientes secciones de este libro.

5.1. Investigación y elaboración de trabajos científicos

Hemos expresado más arriba (v. 2.1) que un trabajo científico es la resultante de una investigación previa, la cual que provee al mismo de su contenido sustantivo. Ello implica que quien desee elaborar obras de este tipo deberá poseer los conocimientos que permiten desarrollar las labores propias de toda investigación, es decir, aquéllos que se refieren a la metodología científica. No es posible, por supuesto, abordar en este libro la exposición de los métodos y técnicas de investigación: ello nos alejaría claramente de los temas que constituyen el eje de nuestro discurso, alargando innecesariamente la exposición. El lector podrá acudir a los textos que versan sobre tal materia, para lo cual encontrará en nuestra bibliografía una referencia inicial en tal sentido. Seguidamente, sin embargo, trataremos algunos aspectos del proceso metodológico que resultan indispensables para la correcta comprensión del tema.

    Ninguna investigación medianamente seria puede desarrollarse sin que, previamente, se haya hecho un esfuerzo intelectual para definir sus límites, objetivos, propósitos y características. Sería absurdo emprender tareas que a veces son complejas, dilatadas y hasta tediosas sin realizar previamente un planteamiento que nos permitiera definir adecuadamente el ámbito de nuestro estudio, los conocimientos específicos que se desean adquirir y las formas en que los mismos podrán obtenerse y validarse.

    Una vez planteada así una investigación en sus líneas fundamentales cabe proceder a realizarla: esto supone una cierta búsqueda bibliográfica, la obtención de datos de diverso tipo, y el procesamiento y análisis de los mismos. En el desenvolvimiento de estas tareas se reajusta normalmente el proyecto inicial y se va procediendo -a veces lentamente- a obtener la información deseada. El trabajo culmina cuando al examinar y sintetizar los datos se establecen nuevas proposiciones, alcanzándose así un conocimiento más amplio de las materias tratadas.

    Sobre la base de la indagación realizada se podrá proceder a redactar, entonces, el informe correspondiente a la misma. Este puede adoptar la forma de un artículo o de una tesis, de un trabajo de ascenso o de cualquiera de los otros géneros a los que ya hemos tenido oportunidad de referirnos (v. supra, 2.2).

    Para que lo anterior pueda apreciarse con mayor facilidad hemos elaborado un sencillo esquema que resume lo que acabamos de decir:

Planteamiento de la Investigación   Desarrollo de la Investigación Presentación de la Investigación

    Esta división esquemática en etapas no significa, por cierto, que en la vida real las cosas sucedan tan claramente separadas: es habitual, como acabamos de decir, que durante el desarrollo de un trabajo de investigación se reformulen en parte los objetivos y las características del mismo; es frecuente también que la tarea de presentación de la investigación -que incluye la redacción del informe o trabajo escrito que sirve para difundirla- obligue a repensar algunos de los resultados obtenidos, que no cobrarán forma definitiva hasta que el mismo autor no trate de exponerlos con claridad. Pero, más allá de la inevitable rigidez propia de todo esquema, creemos que es conveniente que el tesista comprenda que existen tres actividades diferentes, distintas por su naturaleza, que es indispensable realizar.

    Si intentamos ahora profundizar un poco más en este proceso veremos que cada una de estas etapas puede a su vez ser subdividida en un conjunto de operaciones, más particulares, que resulta útil conocer. Así, la primera de ellas, la que llamamos el planteamiento de la investigación, suele ir desenvolviéndose de la siguiente manera:

Elección del área temática Planteamiento del problema Elaboración del ante-proyecto Elaboración del proyecto

    Por elección del área temática entendemos la definición -y posterior delimitación- del campo de conocimientos sobre el que se piensa trabajar. No se trata de escoger una disciplina en su conjunto como, digamos, la demografía, sino de seleccionar un tema concreto dentro de ella: el estudio de los factores que inciden en el decrecimiento de la tasa de natalidad, por ejemplo. El planteamiento del problema, en cambio, supone ya la definición concreta de interrogantes, la enunciación de aquéllo que no conocemos y que procuramos saber mediante el trabajo de indagación a efectuar. Para seguir con el ejemplo anterior podríamos decir que nos planteamos un problema cuando inquirimos acerca de los factores que han hecho descender bruscamente la tasa de natalidad en una población determinada, después de un largo período de estabilización. Ambos elementos, decisivos realmente para la realización de una investigación exitosa, serán discutidos más extensamente en el siguiente capítulo.

    Una vez que el investigador ha definido los aspectos arriba citados elabora, generalmente, un documento breve donde ellos quedan plasmados con la mayor claridad posible. Ese papel de trabajo incorpora además otros elementos que contribuyen a perfilar mejor la investigación a realizar y, cuando así sucede, recibe el nombre de Anteproyecto o Pre-Proyecto de investigación (v. infra, 7.2). Llegado a este punto el investigador pasa a ejecutar una serie de tareas que le permiten dar forma concreta al anteproyecto elaborado: realiza el arqueo de las fuentes disponibles, discute con otras personas conocedoras de la materia, acumula algunos datos, etc. Comienza, de hecho, a investigar, aun cuando todavía no sistemáticamente. El resultado de esta etapa de trabajo es usualmente otro documento, mucho más amplio y riguroso que el anterior, que se denomina Proyecto de investigación. Tendremos oportunidad de referirnos más extensamente a esto en el capítulo siete (v. 7.3).

    A partir de este punto se inicia, en propiedad, la ejecución de la investigación. Las diferentes actividades que ello supone son tratadas con detenimiento en los textos de metodología. [V., como referencia general, a Selltiz et al., Métodos de Investigación en las Relaciones Sociales, Ed. Rialp, Madrid, 1971; Goode y Hatt, Metodología de la Investigación Social, Ed. Trillas, México, 1972 y Sabino, El Proceso..., Op. Cit., especialmente el esquema de la pág. 44.] En todo caso diremos aquí que es preciso definir un claro marco referencial o teórico para la investigación, elaborar un diseño que nos permita verificar las hipótesis (si las hubiere), confeccionar instrumentos que nos procuren datos relevantes, y proceder a recoger y ordenar los datos. Una vez obtenida así la información requerida habrá entonces que interpretarla y analizarla. De allí en adelante hay que pasar a la tarea de redacción, que concluye con la presentación final del trabajo.

    No siempre se procede de la manera arriba indicada, respetando el orden temporal que el esquema presentado supone. Es factible que una indagación pueda realizarse directamente a raíz de un problema concreto planteado, con lo que la selección del área temática se efectúa así de un modo implícito, simplemente por referencia al problema. Tampoco es necesario que el investigador redacte formalmente un ante-proyecto o un proyecto puesto que, si trabaja independientemente, fuera del marco de alguna institución, puede prescindir de tales documentos. De todos modos, en esos casos, tendrá que acudir igual al expediente de elaborar algunos papeles de trabajo pues, de otro modo, sus ideas quedarían solamente confiadas a la memoria, dispersas, corriendo el riesgo de enfrentar confusiones y dudas imprevistas. Tampoco la investigación en sí misma se desenvuelve siguiendo un orden rígido de pasos sucesivos, como a veces se pretende imponer a los estudiantes. No hay que perder de vista que la tarea de obtención de nuevos conocimientos es, en definitiva, una labor artesanal, creativa, que no puede sujetarse completamente a ninguna normativa existente. Los esquemas metodológicos deben operar entonces simplemente como puntos de referencia, como guías que permiten mejorar la calidad y la eficiencia del trabajo y no como prescripciones o recetas que es obligatorio respetar.

5.2. El proceso de redacción

    No se piense que la redacción de un trabajo científico, especialmente si éste es de cierta envergadura, consiste en una tarea simple y singular. No se trata simplemente de escribir, sino de ir construyendo poco a poco una exposición que se procura clara, ordenada, plena de sentido. Para ello es preciso proceder con paciencia y dedicación, trabajando constantemente, pues así se logran los mejores resultados.

    Para entender mejor al proceso de redacción del manuscrito conviene, otra vez, esquematizar las actividades que el mismo incluye:

Elaboración del esquema Redacción del borrador Correcciones Revisión final

    Obsérvese que la primera acción a desarrollar no es, estrictamente, una tarea de redacción: es preciso tener una idea relativamente precisa de lo que se va a escribir antes de comenzar a hacerlo. La redacción científica difícilmente puede ganar algo de los impulsos que nos llevan a redactar páginas y páginas en forma espontánea, como si volcásemos al papel lo que sentimos desde hace largo tiempo. Ello no quiere decir que no se pueda hacerlo, o que no resulte útil proceder así en ciertos casos. Pero lo habitual es otra cosa, es proceder de un modo más ordenado, estructurando previamente un hilo conductor que nos permita ir ordenando todo lo que queremos expresar en nuestro discurso. Para ello resultan sumamente útiles los esquemas, breves representaciones -a menudo gráficas- de las ideas que deseamos organizar.

    Quien acomete la tarea de escribir puede, mediante un esquema, prefigurar el orden básico de su discurso. Para ello le conviene construir una simple lista, muy sintética, con los contenidos que le interesa exponer, algo así como el esqueleto de lo que luego habrá de ser el índice de su trabajo terminado. Cuando se quiere tener una idea de la relación entre las diversas partes de un escrito (o de las ideas que lo sustentan) puede también apelarse al recurso de graficar de algún modo las relaciones existentes. El lector podrá comprobar que ya hemos hecho eso tres veces a lo largo de este capítulo, y cómo nos hemos afirmado sobre tales representaciones para desarrollar nuestra exposición. Convendrá que sepa, también, que partimos de ellos para redactar el borrador de la presente sección y que, mientras escribimos, tenemos a nuestro lado un esquema general del libro que estamos redactando. Más adelante, en el capítulo 8, podrá apreciar mediante ejemplos concretos la forma en que se construyen y utilizan los esquemas expositivos.

    Guiado así por esa breve síntesis de las ideas que se van a desarrollar el autor podrá ir escribiendo su borrador. Hay diversas formas de emprender y llevar a cabo esta tarea (v. infra, cap. 9), que dependen tanto del material a presentar como del estilo de trabajo de quien escribe. En todo caso lo que interesa destacar ahora es que es preciso realizar una redacción general del trabajo para ir asentando en ella, de un modo explícito, las ideas que permitieron elaborar el esquema previo. Tal redacción tiene por objeto construir un primer manuscrito, que puede ser aún bastante imperfecto, al que llamamos borrador. Ese será el punto de partida para las ulteriores correcciones que nos irán aproximando al resultado deseado.

    Las correcciones suponen un trabajo, si se quiere lento y minucioso, de perfeccionamiento del manuscrito. Son variados los objetivos que se persiguen: lograr que las diversas partes del discurso ensamblen de un modo apropiado; exponer con claridad, de modo completo pero sin repeticiones, lo que se pretende comunicar; revisar el estilo; observar si los datos están bien presentados; examinar lo concerniente al aparato crítico. Nadie puede pretender, ni aun el autor más experimentado, que todo ello pueda quedar perfectamente resuelto desde el primer intento, por lo que se impone esta tarea, cuidadosa y atenta. Lo usual, en realidad, es que deban hacerse varias correcciones al manuscrito original, especialmente si se trata de trabajos largos y que requieren de una rigurosa presentación. En ocasiones, aunque no frecuentemente, se hace necesario proceder a reescribir el borrador original (v. cap. 10), ya sea por completo o en alguna de sus partes.

    La revisión final, que hemos puesto como una actividad distinta a la anterior en el esquema precedente, no es más que otra corrección, la última que se realiza antes de la entrega de nuestro trabajo al público. Ella implica lo que podríamos llamar una "puesta a punto" del escrito, un examen de todos los detalles, especialmente de forma, que son necesarios para que el mismo quede libre de errores.

    Debe acotarse, por último, que un manuscrito puede ir escribiéndose de un modo fragmentario, de manera tal que el proceso anterior lo vaya cumpliendo cada una de sus partes de acuerdo a un cronograma diferente. Para mayor información sobre éste y otros problemas semejantes remitimos al lector a los siguientes capítulos.

 

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